tinta de calamar


de www.pendejaditas.com
Cada vez que me ronda, me escondo y no salgo hasta que se ha ido. Cuando a veces llega, sacudiéndose con fuerza su gran capa negra, lo llena todo de silencio y lágrimas.

Aunque intento no hablar nunca del frío silencio, ni escribir, ni pensar en él, sé que no consigo nada, si tiene que venir, vendrá.

Como viajo sola, sin fe alguna de acompañante, no puedo agarrarme a nada de fuera que me ayude a encajar esa cruel calma eterna. Siempre espero que los años amainen las aguas y me descubran por qué el fondo de la arena tiene que estar en su sitio, imprescindible para que el agua fluya de un lado a otro; pero me alcanza la desesperanza cuando el devenir del tiempo me sigue trayendo lo mismo cuando el innombrable me roza.

A lo mejor, cuando ya anciana le mire de frente, conseguiré andar hacia atrás esos pasos necesarios para entender el cuadro completo. Ahora no veo nada, son puntos sin formas y sin color,  y si llego a percibir el marco cuando de soslayo miro me entra el vértigo que me hace caer hacia atrás.

Las sirenas nos están avisando que pronto nos hará una visita llevándose a alguien que queremos. Me estoy preparando. Sé que no me servirá de mucho porque cuando nos vuelva a rondar sentiré lo mismo, la punzada en el corazón, y de nuevo apretaré los ojos muy fuerte para ahogar mi llanto.

Es difícil ver lo que no queremos ver, pero lo es más todavía si necesitamos entender lo que no quisimos ver nunca.
A veces, no puedo resistirme. Necesitaba escribir pero no de esto, entonces mi mente desplegó todo su arsenal guerrero y se puso en marcha impidiendo que fluyeran otras palabras, cegándome con la luz hipnótica de la televisión, haciéndome comer día tras día arroz con calamares en su tinta. En fin, pensaré cómo el azucarillo que cae en el café caliente desaparece, recordaré ese globo rojo que de niña solté sin querer y que subió hasta perderlo allá arriba.


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