la funambulista o algo así



Hay cosas que escribiría y que sólo me atrevo a pensar, como cuando me acuerdo de alguien a quien no veo.


Y en días en los que sueño lo que haría de noche, espero atenta a que el despertador haga sonar la música para levantarme.


Esa imagen que no cesa es de un momento muy lejano, de cuando no creía que nunca dejaría de desear que me recordaras.


Porque paso las hojas y vuelve a salir la misma foto, acabo de encender el fuego y si me doy la vuelta, se apaga sin avisarme.


Me descubro  contando el tiempo sin contar mis años sino los de ella y deseando vivirlos siempre con él.


¿Por qué el silencio se hace tan largo?

¿Por qué ya no sufro y sigo teniendo a veces el mismo dolor?


Arriba, en el tejado, una piedra azul.
Encima de la piedra azul, un dedal dorado donde descansa la punta de mi pie envuelto en seda rosa.  
Elevo mis brazos mientras me muevo, me mece el viento y escucho cómo me cuenta sus deseos a través del tintineo de las campanillas de barro.
Me giro con cuidado y empiezo a caminar, muy despacio, sobre el cable de luz mientras las blancas me miran sorprendidas.

Entonces, me despierto y retorno a la invisible línea recta que he seguido a lo largo de cada amanecer. Ese espacio entre los adoquines desgastados que he pisado con fuerza, ese alambre de acero por el que me he desplazado vestida de funambulista de época.

Ese hilo que separaba la sombra del sol y que temblaba al caprichoso son del fleco del toldo azul de mi infancia, mientras pasaba por debajo bien estirada y de puntillas, una y otra vez, para que me hiciera cosquillas en la cabeza.
...

Lo que era, lo que creía que iba a ser y lo que soy.

Donde estaba, donde me imaginaba que estaría y donde estoy.



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